lunes, 14 de diciembre de 2015

LA HISTORIA TRAS EL MITO DE LA CASA FARNSWORTH



Mies Van der Rohe y Edith Farnsworth se conocieron en un evento social en Chicago en el año 1946. Él ya era entonces un arquitecto popular, llamado por los críticos “el máximo representante del Estilo Internacional junto con Gropius y Le Corbusier”, era decano de la Escuela de Arquitectura del Instituto de Tecnología de Illinois (IIT) y estaba diseñando los principales edificios del Campus Universitario, dos rascacielos de uso residencial a orillas del Lago Michigan y el mayor proyecto gubernamental de Chicago en décadas: la Plaza Federal, con la Corte de los Estados Unidos, la oficina de correos central y el edificio administrativo federal. Edith era una prestigiosa doctora de Medicina de Northwestern University especializada en el sistema nervioso y nominada al Premio Nobel en varias ocasiones por sus investigaciones con esteroides. La doctora poseía un terreno a orillas del río Fox, en la localidad de Plano (a unos 80 kilómetros al sureste de Chicago) y decidió que quería un retiro para pasar los fines de semana, un refugio o guarida que le permitiera privacidad y relajo. Mies aceptó el encargo y de esta unión nació la casa Farnsworth, una de las residencias más famosas de la historia de la arquitectura. Sin embargo, detrás del icono hay una historia desconocida.



Mies diseñó un contenedor elevado sobre una plataforma grande y otra de acceso, con paredes de vidrio pulido a mano y con un único espacio interior. En una primera etapa, desoyó las peticiones de su cliente y tomó las decisiones que le dio la gana. Su criterio consistió básicamente en suprimir todo aquello que no fuera estrictamente necesario, formalizando el lema que le mantiene vivo: Less is more. Pero su creciente autoritarismo desencadenó varios problemas que se volverían un quebradero de cabeza para su clienta durante los años posteriores. Entre ellos, quizás el más importante fue la ausencia total de privacidad. Antes de terminarse, la vivienda ya congregaba a curiosos deseosos de fotografiar un proyecto nunca antes visto y seguir los movimientos de una mujer en una caja de cristal. No es de extrañar que la doctora solicitara la instalación de cortinas para proteger su privacidad, a lo que el arquitecto se negó rotundamente alegando que el objeto central de la vivienda era la transparencia total entre interior y exterior. Precisamente esta trasparencia fue la responsable de que cada noche acudieran incontable número de insectos atraídos por la luz. Mies, consciente de estos problemas, eliminó la iluminación artificial de la casa, que se quedó sin luz nocturna exceptuando las lamparitas que se puedan enchufar en las tomas de corriente.

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